El llamamiento divino de un misionero
Por el élder Ronald A. Rasband
De la Presidencia de los Setenta
El Señor necesita que todo joven capaz se prepare y se vuelva a comprometer, a partir de esta noche, a ser digno de un llamado del profeta de Dios de servir en una misión.

La
obra misional es un tema muy querido para mí, como lo es para todos los
miembros de los ocho Quórumes de los Setenta, a quienes el Señor ha
nombrado para que vayan “delante de sí a toda ciudad y lugar a donde él
[ha] de ir”1. La obra misional es el alma de la Iglesia y la bendición que salva la vida de todos los que acepten su mensaje.
Cuando
el Maestro ministró entre los hombres, llamó a pescadores en Galilea
para que dejaran sus redes y lo siguieran, y les declaró: “…os haré
pescadores de hombres”2.
El Señor dio esos llamamientos a hombres humildes para que, por medio
de ellos, otros oyeran las verdades de Su evangelio y vinieran a Él.
En
junio de 1837, el profeta José Smith llamó a Heber C. Kimball, un
apóstol, a servir en una misión en Inglaterra. El llamamiento del élder
Kimball llegó cuando los dos estaban sentados en el Templo de Kirtland, y
José habló con autoridad divina: “Hermano Heber, el Espíritu del Señor
me ha susurrado: ‘Que mi siervo Heber vaya a Inglaterra y proclame el
Evangelio y abra la puerta de la salvación para esa nación’”3.
Ese
susurro del Espíritu es un ejemplo de cómo llega el llamamiento a los
siervos del Señor para enviar misioneros a sus áreas de trabajo.
Hoy
los misioneros salen de dos en dos como lo señaló el Señor, llevando el
mismo mensaje, con el mismo llamamiento divino de servir, proveniente
de un profeta de Dios. Nuestro profeta, el presidente Thomas S. Monson,
ha dicho de los que son llamados a servir: “La máxima oportunidad
misional de su vida está a su alcance; las bendiciones de la eternidad
los aguardan; tienen el privilegio de no ser espectadores sino
participantes en el escenario del servicio del sacerdocio”4.
El
escenario les pertenece, mis queridos jóvenes del Sacerdocio Aarónico.
¿Están listos y dispuestos a desempeñar su papel? El Señor necesita que
todo joven capaz se prepare y se vuelva a comprometer, a partir de esta
noche, a ser digno de un llamado del profeta de Dios de servir en una
misión.
Recuerdo
con cariño la gran alegría de toda nuestra familia cuando dos de
nuestros hijos recibieron sus llamamientos para servir como misioneros
de tiempo completo. Nuestro corazón estaba lleno de entusiasmo y
expectativa cuando cada uno abrió la carta especial del profeta de Dios.
Nuestra hija Jenessa fue llamada a servir en la Misión Michigan
Detroit; y nuestro hijo Christian a la Misión Rusia Moscú Sur. ¡Qué
experiencias tan emocionantes que a la vez nos hicieron sentir humildes!
Hace
algunos años, cuando mi esposa y yo tuvimos el privilegio de presidir
la Misión Nueva York Nueva York Norte, me maravillaba al ver llegar a
los misioneros a la ciudad de Nueva York.
Al
entrevistarlos el primer día de su misión, sentía profunda gratitud por
cada misionero. Sentía que su llamamiento a nuestra misión había sido
diseñado por Dios para ellos, y para mí, como su presidente de misión.
Concluyo
con las palabras del Señor a los hermanos Whitmer, que desempeñaron un
papel muy importante en los inicios de la Restauración. Ellos fueron
testigos de las planchas de oro, y sus testimonios firmados se
encuentran en las primeras páginas de cada ejemplar del Libro de Mormón.
Ellos formaron parte del primer grupo de misioneros llamados por un
profeta de Dios en 1829 para predicar el evangelio del Señor Jesucristo.
En
el prefacio de la sección 14 de Doctrina y Convenios dice: “Tres de los
hijos de la familia Whitmer, habiendo recibido cada uno de ellos un
testimonio en cuanto a la autenticidad de la obra, se interesaron
profundamente en el asunto de su deber individual”.
A
John y Peter Whitmer, hijo, el Señor les dijo esto: “Porque muchas
veces has deseado saber de mí lo que para ti sería de mayor valor”5.
Supongo
que muchos de ustedes, jóvenes, se han hecho la misma pregunta. Aquí
está la respuesta del Señor: “Y ahora bien, he aquí, te digo que lo que
será de mayor valor para ti será declarar el arrepentimiento a este
pueblo, a fin de que traigas almas a mí, para que con ellas reposes en
el reino de mi Padre”6.
A
estas alturas de su vida, mis jóvenes amigos, un llamamiento misional
del Señor es la obra más importante que pueden hacer. Prepárense ahora,
vivan con rectitud, aprendan de su familia y de sus líderes de la
Iglesia, y únanse a nosotros para edificar el reino de Dios sobre la
tierra: acepten su nombramiento divino en “una causa tan grande”7. Ésta es mi humilde oración en el nombre de Jesucristo. Amén.
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