martes, 23 de octubre de 2012

El Divino Llamamiento de un MIsionero

El llamamiento divino de un misionero

Por el élder Ronald A. Rasband
De la Presidencia de los Setenta


El Señor necesita que todo joven capaz se prepare y se vuelva a comprometer, a partir de esta noche, a ser digno de un llamado del profeta de Dios de servir en una misión.
Por el élder Ronald A. RasbandBuenas noches, mis queridos hermanos del sacerdocio. Esta noche me gustaría hablar del servicio misional. Dirijo mis palabras al enorme ejército de hombres jóvenes que poseen el Sacerdocio Aarónico que están reunidos por todo el mundo, y a los padres, abuelos y líderes del sacerdocio que velan por ellos.
La obra misional es un tema muy querido para mí, como lo es para todos los miembros de los ocho Quórumes de los Setenta, a quienes el Señor ha nombrado para que vayan “delante de sí a toda ciudad y lugar a donde él [ha] de ir”1. La obra misional es el alma de la Iglesia y la bendición que salva la vida de todos los que acepten su mensaje.
Cuando el Maestro ministró entre los hombres, llamó a pescadores en Galilea para que dejaran sus redes y lo siguieran, y les declaró: “…os haré pescadores de hombres”2. El Señor dio esos llamamientos a hombres humildes para que, por medio de ellos, otros oyeran las verdades de Su evangelio y vinieran a Él.
En junio de 1837, el profeta José Smith llamó a Heber C. Kimball, un apóstol, a servir en una misión en Inglaterra. El llamamiento del élder Kimball llegó cuando los dos estaban sentados en el Templo de Kirtland, y José habló con autoridad divina: “Hermano Heber, el Espíritu del Señor me ha susurrado: ‘Que mi siervo Heber vaya a Inglaterra y proclame el Evangelio y abra la puerta de la salvación para esa nación’”3.
Ese susurro del Espíritu es un ejemplo de cómo llega el llamamiento a los siervos del Señor para enviar misioneros a sus áreas de trabajo.
Hoy los misioneros salen de dos en dos como lo señaló el Señor, llevando el mismo mensaje, con el mismo llamamiento divino de servir, proveniente de un profeta de Dios. Nuestro profeta, el presidente Thomas S. Monson, ha dicho de los que son llamados a servir: “La máxima oportunidad misional de su vida está a su alcance; las bendiciones de la eternidad los aguardan; tienen el privilegio de no ser espectadores sino participantes en el escenario del servicio del sacerdocio”4.
El escenario les pertenece, mis queridos jóvenes del Sacerdocio Aarónico. ¿Están listos y dispuestos a desempeñar su papel? El Señor necesita que todo joven capaz se prepare y se vuelva a comprometer, a partir de esta noche, a ser digno de un llamado del profeta de Dios de servir en una misión.
Recuerdo con cariño la gran alegría de toda nuestra familia cuando dos de nuestros hijos recibieron sus llamamientos para servir como misioneros de tiempo completo. Nuestro corazón estaba lleno de entusiasmo y expectativa cuando cada uno abrió la carta especial del profeta de Dios. Nuestra hija Jenessa fue llamada a servir en la Misión Michigan Detroit; y nuestro hijo Christian a la Misión Rusia Moscú Sur. ¡Qué experiencias tan emocionantes que a la vez nos hicieron sentir humildes!
Hace algunos años, cuando mi esposa y yo tuvimos el privilegio de presidir la Misión Nueva York Nueva York Norte, me maravillaba al ver llegar a los misioneros a la ciudad de Nueva York.
Al entrevistarlos el primer día de su misión, sentía profunda gratitud por cada misionero. Sentía que su llamamiento a nuestra misión había sido diseñado por Dios para ellos, y para mí, como su presidente de misión.
Concluyo con las palabras del Señor a los hermanos Whitmer, que desempeñaron un papel muy importante en los inicios de la Restauración. Ellos fueron testigos de las planchas de oro, y sus testimonios firmados se encuentran en las primeras páginas de cada ejemplar del Libro de Mormón. Ellos formaron parte del primer grupo de misioneros llamados por un profeta de Dios en 1829 para predicar el evangelio del Señor Jesucristo.
En el prefacio de la sección 14 de Doctrina y Convenios dice: “Tres de los hijos de la familia Whitmer, habiendo recibido cada uno de ellos un testimonio en cuanto a la autenticidad de la obra, se interesaron profundamente en el asunto de su deber individual”.
A John y Peter Whitmer, hijo, el Señor les dijo esto: “Porque muchas veces has deseado saber de mí lo que para ti sería de mayor valor”5.
Supongo que muchos de ustedes, jóvenes, se han hecho la misma pregunta. Aquí está la respuesta del Señor: “Y ahora bien, he aquí, te digo que lo que será de mayor valor para ti será declarar el arrepentimiento a este pueblo, a fin de que traigas almas a mí, para que con ellas reposes en el reino de mi Padre”6.
A estas alturas de su vida, mis jóvenes amigos, un llamamiento misional del Señor es la obra más importante que pueden hacer. Prepárense ahora, vivan con rectitud, aprendan de su familia y de sus líderes de la Iglesia, y únanse a nosotros para edificar el reino de Dios sobre la tierra: acepten su nombramiento divino en “una causa tan grande”7. Ésta es mi humilde oración en el nombre de Jesucristo. Amén.

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